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false comfort (edición en español)

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            Tungu sale su departamento pequeño para escapar los gritos de su novia. Su relación no tenía tanta estabilidad antes. Solamente se queda con ella para no estar solo y complacer. Él desea a tener compañía y en algún sentido la busca bajo las luces de la calle. Pregunta a sí mismo sobre los habitantes de los departamentos si fueran tan miserables como él pero lo duda.

 

            Tungu para en sus caminos cuando escucha los gritos. Él comprende las palabras saliendo la boca del abusador pero no comprende el ruido de un hueso rompiendo y un quejido estridente. Él pausa. Tungu nunca ha sido fanático de los animales, pero visualiza sí mismo corriendo en la puerta y salvando el perro del dolor físico pero quiere saber quien va a salvarle de su dolor emocional.

 

            De la valla, parece un cachorro tímido y con miedo. Incluso bajo de las luces callejeras, el cachorro parece bello con su  pelaje en todas direcciones. Instantemente, el perro le da mimosos a Tungu y respira un respiro de confianza con su situación nueva. Sus ojos entran el alma. El quejido continua de otro perro adentro la valla en la casa donde salió el cachorro pero Tungu no presta más atención. Tungu imagina los gritos de su novia cuando tendrá Victor en sus manos y no sabe si debe ponerle en un refugio de animales o traerlo a la puerta. El sentido de su latido de su corazón en el lío de su pelaje hace sentirse necesario en su vida a otro ser vivo. Los labios de Tungu forman una risa que crea en la profundidad de sus alma inmenso en la conexión a la pelotita suave en sus brazos.

 

            Lentamente, Tungu se da cuenta que su carrocho no está hecho para las personas. Él parece amable cuando el público gravita hacia su belleza surrealista, pero el instante que ellos tratan de tocarle, él cierra su boca esperando un dedo. Tungu le llama a su madre para aconsejarle pero ella le dice que debe pegarle hasta que Victor tiene tanto miedo que nunca va a intentar a morder alguien de nuevo pero Tungu no tiene ninguna capacidad a pegarle especialmente cuando ya su perrito ha experimentado tanto abuso en su vida pasada. Cuando la novia de Tungu se da cuenta de la desconfianza de Victor, ella le grita: “¿Necesitas escoger yo o este monstruo?” Tungu prepara su maleta y mira en el espejo pensando: “No me molesta vivir en campo en vez de esta ciudad y el aire fresco puede darnos un beneficio.”

 

                        Tungu pasaba sus días llamando a gente tarde a pagar su pago a la empresa de seguro de autos. Él decide a no llamar la empresa. Ellos nunca le prestaron atención en tantos años trabajando bajo el mismo jefe. Ellos nunca le valoraron ni inventaron a sus fiestas de navidad.  La pinta del granero se cae por el piso. Tungu respira y levanta su perrito en el aire como Lion King arriba de las pilas de peno. Por la primera vez en su vida, Tungu es el Rey de su pallacio y Victor transorma a su principio.

 

            La amistad crece entre Victor y Tungu. Tungu puede mandarle y seguramente Victor va a correr hacia él como emoción en sus ojos lindo excepto en un caso aislado, cuando su deseo de sangre vale más que su deseo de complacer su dueño. Los animales salen huir de la presencia de Victor lo más rápido que sus tres piernas pueden correr. Todos los animales en el granero vinieron con cuatro patas y ahora tienen tres. No es un secreto que Victor puede morder lo que sea ser vivo hipnotizado en sus ojos confiables, todo excepto Tungu.

 

            Tungu pasa sus noches preguntando si la vida tiene el valor de su daño a otros animales y su amenaza en lo general. Aun, nadie les visita y Victor se queda en su cama cada noche. Nadie incluso su novia estuvo a su lado fiel en su vida.

 

           

            Algún día, un hombre viejo llega en su camión sobre el granero. Él sale su camión y mira a un lado a otro con una expresión familiar y tranquila hacia el cielo lleno de nubes. “No ha visto este granero en épocas! Solamente, estoy aquí para conocer el nuevo dueño señor.” Sospechamente, Victor mira en los ojos del viejito y gotas de sudor sale la cara arrugada del hombre.

 

            “¿Tiene sed? Un momento, puedo llenar un vaso para usted.” Tungu le dice cuando las reglas societales entran sus pensamientos. “Usted no debe tocar el perro. Tiene un pasado con abuso y no confía a nadie.” le explica en una prisa.

 

            “Los perros siempre me aman.” dice el hombre riendo a sí mismo mientras la puerta ahoga sus palabras tontas. Victor pone una cara feliz y su cola mueve a un lado al otro esperando la confianza del hombre con sus ojos hipnotizados y bellos. ¡Mastica! El viejito grita tan rápidamente que su grito calla los pollos y las vacas.

De repente, Victor chupa la sangre de su víctima pero esta vez es distinta porque su víctima no tiene la esfuerza de escapar. El bastón se cae y el viejo no tiene ninguna manera de proteger sí mismo.

 

            Tungu mira la escena fea. “¿Voy a tener que matarle? ¡Mi querido Victor! ¿El viejo escuchó mis consejos? Victor solamente trató de protegerme. Sí, fue eso.” piensa Tungu. Mientras los pensamientos, Victor chupa la sangre del dedo como una bebida. Tungu agarra el bastón firmemente en su mano derecha. “Este perro duerme sobre mis pies cada noche.” Lo levanta arriba su cabeza y las de sus víctimas potenciales. El ruido de los huesos rompiendo mezcla con el movimiento separando el aire con rapidez. Una vez, dos veces, y varias veces más, Tungu elimina la vida de su víctima con una velocidad anormal.

           

 

            Tungu pone una manta sobre su pierda favorita. Se levanta, estira, y se sienta sobre la manta con sus pies en la musga. Su mano derecha toca el pelo suave de Victor. Una astilla del bastón queda en su dedo y él la saca para volver su mano a la misma ubicación tranquilamente.  Sus preocupaciones desaparecen en el aire húmedo del verano mientras Victor lame su dedo en una acción de fidelidad y afecto…o simplemente por querer la última gota de su sangre perdida. 

Lienzo Carmesí parte 2 de mî :D primera collaboración

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Lars pensó: la oportunidad para cambiar mi vida y valorarme. Sinceramente, no tengo nada de perder.  Mi vida debe ser la vida de un payaso en este punto. Él tomó un shot de whisky de una buena calidad y le dijo al Jano: “Esta noche…lo haré.” Ellos hicieron un apretón de manos como dos profesionales en trajes para estar de acuerdo con un proyecto empresario. Lars agarró el papelito en su mano.

            Lars salió el bar en el medio del día. Sus ojos se acostumbraron a la luz natural de nuevo. Estaba tomando alcohol cada día independiente de la hora desde su divorcio. Supo bien su tarea y el riesgo asociado con esa tarea pero nada le importaba. Él quería sentirse su corazón latiendo tan fuertemente que podía sentirlo en su garganta. Su corazón se murió con un documento en las manos de su esposa. Sus manos recibieron el documento temblando del temor y las manos de ella…eran seguras y bastante suaves probablemente tocando el cuerpo del otro amante cinco minutos atrás. Él estaba seguro de eso y se dolía para saber más que su esposa podía romper las reglas que engañarse.

            Lars entró su casa con una esperanza nueva de una aventura y una explosión de su rutina en su vida cotidiana afuera de su trabajo ateniendo clientes con sus hamburguesas. Él pensó: Sí, usted puede tener tus papas fritas sin sal. Ya me acuerdo, usted tiene una dieta. Nunca más…ahora voy a encontrar la pintura más copada en el mundo del arte. Soy hecho para una vida mejor que la mía. Dorothy era un nombre tan raro en sus oídos de la ciudad y ella era la llave a sus sueños. Pensó en sus labios un tinto raro de rojo. Supuestamente, el color de lápiz labial es una sensualidad para reflejar una vagina saludable y listo para entrar. Lo mismo como él quería entrar su casa y sacar la pintura de Kandinsky.

            Lars imaginó muchas posibilidades de su reto. Nunca ha robado nada antes ni un paquete de chicle. Él siempre le obedecía las reglas. Esta obediencia ya no tenía valor. Un divorcio fue contra la regla. Nadie tuvo respeto hacía él incluso su esposa. Un piso más adelante se rompió su concentración en su odio hacía sí mismo porque él se cayó por clavo. Su departamento era una basura pero bastante barato. Miró su sangre fijamente. Fue como el tinto de los labios de Dorothy. Enfocá, no seas tonto, puedes hacerlo, solamente entrá, robá, y chao: él organizó los eventos futuros de la noche como una colmena de las abejas. Ninguna abeja cuestionó su papel en su sociedad como en la estructura de una pintura de Kandinsky.

            Lars limpió su pie lentamente. Sabía que tenía que prepararse aunque los recortes eran tan detallados. Según los recortes de Janos, Lars sabía Dorothy debía salirse durante las ocho para caminar con su perrito y lavarlo. La peluquería abría una hora especial por esta cliente rica. Él se levantó listo para hacer su tarea. Nada mal podía pasarle con sus recortes y un horario tan estricto. Se sentía invencible. Entró la casa. Se escuchó ladrido estridente desde la otra habitación. En su cabeza buscando por el recurso del ruido feo,  “El hijo de puta.” fue repitiendo en su cabeza doliendo del estrés.  

            Miró la pintura sin reglas al pasado, solamente con una esperanza desde el futuro. El perro subió su voz de un demonio con cada ladrido de su boca pequeña y fea. ¡Cállate ya! Pensó Lars. En sus momentos temerosos, se dio cuenta en algún segundo que ella debía estar con la Dorothy pero estaba allí con él. Sus manos temblaron como antes. Escuchó el ronquido en el caos de la situación. Lo paró brevemente. Se sintió su corazón latiendo en su garganta. No fue el sentido esperado pero un sentido amargo.  

 

            Toto tiene que morirse. Lo siento. No quería una muerte por mis manos pero no sabes como obedecer las reglas. Se encontró un cuchillo tranquilamente hacía unos pasos en la cocina. El perro es demasiado pequeño para agarrar. Él tuvo que engañar el pobre diablito. Se encontró su bolsita de galletas llenas de la carne y manteca de maní. Toto no existió más. No más peluquerías caras ni galletas hechas de mano en una panadería de perros. Ahora es mi turno para vivir una vida lujosa.

 

            El ronquido sigo rompiendo el silencio. Él salió el departamento con la pintura. Lars leyó su mensaje de Janos por su celular: “8:00, tu lugar?”.

 

            El orgullo aumentó en su corazón latiendo de nuevo. Él sonrió sobre su éxito y en la bolsa por su espalda quedaba su riqueza. Soñaba de estar en otro lugar con nubes y pájaros en el cielo sin la contaminación del humo de una fábrica. Cuando respiró afuera del edificio de los departamentos, escuchó un grito estridente de la mujer: “My baby!”….you’re not in Kansas anymore Dorothy.  Él  soñaba a tener un perro también como Old Yeller pero había una sola diferencia en su mente. Su final iba a ser bello. Nadie podía destruir su sueño, absolutamente nadie. Miraba la pintura con sus dientes blancos mostrando a todo el espacio vacío en su lugar.

           

 

            “Sonny boy, respóndeme, con una repuesta verdadera.”, Jano le miró como no le hubiera conocido antes.  ¿Ha asesinado a alguien en ese proceso?”

 

            “Solamente, un perro ruidoso.” Le respondió. “¿Cómo usted sabe?”

 

            “La esquina tiene un poco de carmesí. Nada ha ganado pero no ha perdido.” Jano le explicó. La pintura no tenía valor en el mercado negro. El humo de la fábrica alado su departamento emitía un olor del infierno y Lars se sentía que estaba muriendo de asfixia. Sus sueños en el campo con un Old Yeller se murieron en frente de sus ojos. Sentía el cemente bajo de sus pies en vez del césped. Su pie tuvo más sangre por sus zapatos incómodos y su herida nueva. Lars se sacó su pie y pisó sobre la obra de Kandinsky poniendo su impresión del pie con su sangre carmesí. 

Lienzo carmesí parte 1 de mi amigo

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—¿Qué es este lugar? —preguntó Lars bajo el umbral de la puerta. Una ventisca brotaba desde el interior de la habitación y mecía su pelo negro. Era un joven muy delgado, de rostro perfilado y porte austero.Image p

            —Este lugar, mi buen amigo, es su futuro —se apresuró a contestar Janos, indicándole la entrada con una mano flácida y apergaminada.

            Lars pasó por debajo de la puerta, avanzó inseguro hacia el interior del departamento. Al principio, la oferta de Janos le había resultado un poco impulsiva, como si hubiera alguna trampa escondida detrás, tal vez una contraindicación que él ignoraba, la letra pequeña del contrato que jamás había leído. Sin embargo, no encontró nada llamativo o extraño al recorrer el lugar. Cuatro paredes de un gris estéril; cortinas de seda color crema danzando ante una puertaventana que daba al balcón y por la cual ingresaba la brisa nocturna del verano; sillones, mesas lujosas sin vida; un cuadro abstracto en una de las paredes del living. Todo normal, aunque no fuese de su preferencia.

            Estaban en el piso cuarenta, las luces de New York parpadeaban como luciérnagas ahogadas en un mar de lejanas avenidas y estrechos callejones.

            Lars miró al viejo, un hombre pulcro de pupilas como galaxias insondables. Sólo lo había cruzado un par de veces, en el hall del hotel, pero prestándole la misma atención que a un florero. Tenía aspecto distinguido, algo afeminado, aunque sólo si te detenías a observarlo bien; de lejos parecía uno de esos nuevos ricos que no saben cómo gastar la plata y aún conservan parte de su antigua personalidad: se dan gustos excéntricos que antes ni siquiera podían soñar y, al hacerlo, lanzan al aire comentarios nada reservados atrayendo las miradas reprobatorias de otros huéspedes del hotel. “¡Oh, jamás creí que probaría el caviar, Dorothy!”, exclama un hombre con acento rural y modales grotescos. “Oye, querido, ¿me compras ese collar tan bonito?”, grita una esposa avanzada de peso a su marido que forcejea con un traje incómodo que jamás usó en su vida.

            El señor Janos no era así; quizás parecía todo eso, pero sólo si lo mirabas de lejos. Nada más contrario a su verdadera esencia.

            Cuando Lars se aproximó al viejo aquella misma noche, éste comenzó a hablarle mientras removía aburrido su martini en la barra del hotel. El bueno de Lou había sido muy generoso al preparárselo, seguramente porque el viejo le dejaba increíbles propinas cada noche. Sólo fue necesaria una frase para que Lars supiera de inmediato que aquel hombre de ojos siderales tenía la conducta de un duque, y que, por ende, debía escuchar su proposición.

            —Le mostraré su futuro, estimado compañero —había dicho Janos.

            —Perdón, no entiendo a qué se refiere —repuso Lars, sin dejar de analizar el escote de la rubia del 105, a quien venía espiando desde hacía tres noches con la ilusión de encamarse con ella.

            —Sé que debe ser un poco… inusual —siguió Janos, la voz suave y armoniosa de un catador de vinos—. Me siento avergonzado, discúlpeme, pero creo que usted es la persona indicada.

            —¿Indicada para qué?

            Janos terminó el martini y pidió la cuenta. Se acomodó la corbata con un fugaz y preciso movimiento (debía usarla desde los tres años para tener ese manejo tan experto; ¿un internado, quizás?).

            —Para el negocio.  

            Negocio.

            ¿Por qué le sonaba tan falsa esa palabra?

            Le seguía pareciendo falsa incluso después de oír la propuesta del viejo, y esa falsedad se acentuaba a medida que conocía los detalles.

            Primero, la promesa; segundo, la idea; tercero, el departamento.

            El departamento.

            Lars volvió a la realidad en un parpadeo, miró otra vez al anciano, que seguía de pie —aunque de espaldas— en medio de la sala. ¿Qué observaba? ¿El tapiz gris, horrendamente frío, que cubría el muro y era tan apagado como la ropa de un preso?

            Janos se giró de golpe y dijo:

            —¿Conoce a Kandinsky?

            Kandinsky…

            ¡Eso estaba mirando, el cuadro de la pared!

            —No mucho. Era un pintor ruso, ¿verdad? Precursor de la abstracción.

            —Y también un teórico del arte —añadió Janos, alzando una ceja—. Toda una figura para el entendido, si me permite decirlo.

            Lars señaló con un gesto el cuadro, que colgaba detrás del viejo a la altura de su omóplato: ese amasijo de manchas difuminadas, vivaces tonos y formas dinámicas; una obra formidable para los estudiosos del color o un insulso garabato infantil para la gente sin conocimientos.

            —¿Es original?

            —¡Por supuesto que no! ¿Cree que tendría un Kandinsky en este hotel?

            Lars se ofendió por esa leve exasperación. La reacción de Janos se le antojó pedante, engreída; durante una fracción de segundo había perdido sus modales refinados. ¿Estaría fingiendo?

            —Bueno, me hizo una promesa. Un futuro, según sus palabras. También me comentó una idea: obtener algo cuyo valor asciende a… ¿dos millones, dijo?

            —Dos millones, trescientos mil dólares, para ser exactos —afirmó Janos, ahora preparando un whisky en el minibar; le corría una gota de sudor por el cuello, y eso que el aire acondicionado estaba puesto en nivel “Antártida”.

            —No entiendo cuál es la relación con este departamento. —Lars comenzaba a irritarse, pero lo disimuló prendiendo un cigarrillo que ni siquiera recordaba tener oculto en uno de sus bolsillos.

            —Usted lo hará desde aquí —dijo el viejo.

            “Qué curioso, no esperaba que dijera eso”, pensó Lars. ¿Cómo se suponía que lo haría, si estaba encerrado en una habitación de hotel? Bueno, en realidad tampoco sabía qué objeto iba a robar; Janos no había especificado eso todavía. De manera que Lars dio el siguiente paso y preguntó:

            —¿Qué voy a extraer?

            Janos era de alta cuna, y le gustó que Lars empleara la palabra “extraer” en vez de “robar”. Sonaba más profesional, más sofisticado y calculador.

            —Acompáñeme.

            Salieron al balcón. El viento a esa altura tenía mucha potencia, sacudía con toda su fuerza. Janos se inclinó sobre la barandilla y señaló hacia el siguiente balcón, situado al lado pero un piso más abajo. Lars se asomó, sintió vértigo cuando miró hacia abajo, luego echó una ojeada al balcón vecino. No había nadie, pero se veía luz desde la ventana abierta.

            —¿Tengo que entrar ahí? —preguntó, dudando por primera vez.

            Janos asintió.

            —No hay llave. Debe hacerse por el balcón, y el único modo de llegar hasta él es saltando desde aquí.

            ¿Cómo se las arreglaría para llegar? Si tropezaba o patinaba, abajo encontraría una muerte atroz; salvo que sufriera un ataque cardíaco antes de descuartizarse contra el cemento. Si Janos le conseguía un arnés la cosa sería menos complicada. Aunque él jamás había escalado ni usado sogas. Sintió una palpitación, empezó a recular y a considerar las consecuencias. ¿Valía la pena arriesgar su vida por dinero? Era un salto de fe. Literalmente.

            Era extraño, pero a pesar de las dudas, Lars quería arriesgarse. Su vida era aburrida; el divorcio se había llevado todas sus ganas de vivir, además del dinero que su esposa le exprimió “legalmente”. ¡Bam!, dos necesidades se habían encontrado: la ausencia de pasión existencial y la carencia de dinero. ¿Qué mejor solución que robar algo, sentir la adrenalina del peligro y obtener una buena paga?

            —Lo haré. Pero antes quiero saber a qué me enfrento —aceptó Lars.

            Janos le informó sobre los inquilinos: de qué vivían, cuándo entraban y cuándo salían, qué costumbres tenían, qué bares y restaurantes frecuentaban, cuáles eran sus platos favoritos, si había niños o mascotas, si dormían juntos o separados. Y, lo más importante, qué objeto robaría y dónde podía llegar a estar escondido. Lars se preguntó cómo habría obtenido tanta información. ¿Acaso tenía micrófonos y cámaras pinchando la habitación?

            —Lo harás esta noche —dijo Janos, prendiendo un cigarrillo mentolado y lanzando bocanadas que se difuminaron sobre el oscuro cielo.

            ¿Así de simple? ¿Sin preparativos ni exámenes previos? ¿Conoce a un extraño en el bar y como si nada le propone un robo de alto calibre? Era obvio que el viejo lo había investigado de antemano y sabía todo sobre él, pero Lars ignoraba cuánto habría averiguado.